lunes, 4 de noviembre de 2013

Mitos y Leyendas de México


Hola amigos, como ya saben cada Noviembre este blog se llena de misterio, mitos y leyendas por ser realmente el mes de lo paranormal en México.  Así que hoy vengo con están bonitas leyendas prehispánicas relacionadas con lo mágico, espero las disfruten.

Mitos y leyendas del México prehispánico

 
El Rey Condoy y el Puente del Diablo

 

Cuentan los zapotecas que hace muchísimos años brotaron en tierra Mixe dos huevos místicos. Del primero nació una serpiente que se ocultó en las entrañas de la tierra, donde se dedica a comer rocas.
 
Cuando come demasiado, se producen los temblores de tierra. Del otro huevo, en cambio, nació un niño que se convirtió en hombre en un solo día. Los mixes lo bautizaron Condoy y lo convirtieron en su rey.
Dicen que Condoy era capaz de las hazañas más asombrosas, siempre y cuando las realizara de noche. Bajo la luz de la luna, nada resultaba imposible para él.
 
Los zapotecas pronto aprendieron a temer sus incursiones nocturnas: Condoy los atacaba con frecuencia, robándoles alimentos que luego repartía entre su pueblo.
 
Sus hazañas pronto le valieron el mote de Diablo entre el pueblo zapoteca.
Una noche, sin embargo, los zapotecas consiguieron capturar al Diablo durante sus saqueos. Y a cambio de su libertad, Condoy ofreció construir, en lo que quedaba de la noche, un puente para unir las dos regiones zapotecas. Pero cuando su propuesta fue aceptada, puso una condición: si conseguía además terminar el puente antes de que cantase el primer gallo, se llevaría a su pueblo a la muchacha más bella que viviese entre los zapotecas.
 
Sus captores fingieron aceptar esta condición, pero comenzaron al mismo tiempo a urdir un plan para evitar cumplirla. Así fue como el pueblo entero se congregó junto al río para ver a Condoy construir el puente. Entre ellos, una bruja ocultaba un gallo bajo su manto. Poco antes de que Condoy terminara el puente, la bruja hizo cantar al gallo antes de su tiempo habitual.
 
El Diablo había perdido la apuesta. Furioso, Condoy emprendió la fuga y ya no pudieron volver a atraparlo. El puente quedó, entonces, inconcluso. Y así permanece hasta hoy, en San Juan Tabaá, Oaxaca, donde se lo conoce como Puente del Diablo.
 
Realmente, fueron los españoles los primeros en construir puentes de piedra en América. Lo hacían porque el material hace que el puente no requiera mantenimiento, tan sólo mucha mano de obra para su construcción. Mano de obra que en este caso, no fue española sino zapoteca. No resulta difícil imaginar al pueblo zapoteca madurando esta bella leyenda durante las largas horas de trabajo forzado.
Después de todo, el Diablo parecía haber llegado verdaderamente a sus tierras.




La princesa Donají

 

Donají era la bella hija del rey zapoteca Cosijopí, soberano indómito que defendía con fiereza a su pueblo de la codicia de aztecas y conquistadores españoles. Donají vivía junto a su familia en el espléndido palacio de Dani Dixhina, el Cerro Venado. Pero gustaba de perderse en los bosques cercanos donde, olvidada de su alto rango, se deleitaba con el simple rumor del viento o el canto de los pájaros. Su lugar favorito del bosque era Guela Bupu, una cueva situada debajo de una espumosa cascada: el lugar perfecto para un refrescante baño matinal.
 
Cierto día, Donají, admirada por la belleza de los bosques, se alejó tanto que no consiguió encontrar el camino de regreso. Tras intentar vanamente regresar a su palacio, la muchacha se recostó, agotada, bajo un frondoso pochote, a cuya fresca sombra se quedó profundamente dormida. Al despertar, la princesa no pudo reprimir un grito de terror: un capitán español se encontraba de pie frente a ella. Sin embargo, el joven no hizo ademán alguno de atacarla. Deslumbrado por la belleza de Donají, no había atinado más que permanecer junto a ella, observándola fascinado. La muchacha, espantada, echó a correr a través del bosque, y finalmente pudo regresar a su hogar.
 
Pero al día siguiente, sin que ella se explicara muy bien por qué, sus pasos volvieron a llevarla junto al viejo pochote.

Allí la esperaba el joven capitán. Muy pronto, pese a desconocer el idioma del otro, Donají y su español estaban profundamente enamorados.
 
Pero los padres de la muchacha preparaban su boda con el más fuerte y distinguido de los guerreros zapotecas. Donají, valiente y decidida, rechazó ese noviazgo impuesto y rogó a su padre que le permitiera unirse en cambio al capitán español. Pero el rey, horrorizado, no hizo más que adelantar la boda, prohibiéndole que volviese al bosque. Donají, entonces, subió a la cima de la cascada sobre su amada Guela Bupu y se arrojó a la cascada.
 
Desde entonces, dicen que en las aguas cercanas al lugar de la tragedia flota una jícara hermosa, pero que nadie puede alcanzar. Como nadie pudo apoderarse por la fuerza del corazón de la bella Donají, valiente y noble como toda la raza zapoteca.






El Tecolote

 

En El Mayab vive un ave misteriosa, que siempre anda sola y vive entre las ruinas. Es el tecolote o tunkuluchú, quien hace temblar al maya con su canto, pues todos saben que anuncia la muerte.
 
Algunos dicen que lo hace por maldad, otros, porque el tunkuluchú disfruta al pasearse por los cementerios en las noches oscuras, de ahí su gusto por la muerte, y no falta quien piense que hace muchos años, una bruja maya, al morir, se convirtió en el tecolote.
También existe una leyenda, que habla de una época lejana, cuando el tunkuluchú era considerado el más sabio del reino de las aves. Por eso, los pájaros iban a buscarlo si necesitaban un consejo y todos admiraban su conducta seria y prudente.
 
Un día, el tunkuluchú recibió una carta, en la que se le invitaba a una fiesta que se llevaría a cabo en el palacio del reino de las aves. Aunque a él no le gustaban los festejos, en esta ocasión decidió asistir, pues no podía rechazar una invitación real. Así, llegó a la fiesta vestido con su mejor traje; los invitados se asombraron mucho al verlo, pues era la primera vez que el tunkuluchú iba a una reunión como aquella.
De inmediato, se le dio el lugar más importante de la mesa y le ofrecieron los platillos más deliciosos, acompañados por balché, el licor maya. Pero el tunkuluchú no estaba acostumbrado al balché y apenas bebió unas copas, se emborrachó. Lo mismo le ocurrió a los demás invitados, que convirtieron la fiesta en puros chiflidos y risas escandalosas.
 
Entre los más chistosos estaba el chom, quien adornó su cabeza pelona con flores y se reía cada vez que tropezaba con alguien. En cambio, la chachalaca, que siempre era muy ruidosa, se quedó callada.
 
Cada ave quería ser la de mayor gracia, y sin querer, el tunkuluchú le ganó a las demás. Estaba tan borracho, que le dio por decir chistes mientras danzaba y daba vueltas en una de sus patas, sin importarle caerse a cada rato.
 
En eso estaban, cuando pasó por ahí un hombre maya conocido por ser muy latoso y molesto. Al oír el alboroto que hacían los pájaros, se metió a la fiesta dispuesto a molestar a los presentes. Y claro que tuvo oportunidad de hacerlo, sobre todo después de que él también se emborrachó con el balché.
 
El maya comenzó a reírse de cada ave, pero pronto llamó su atención el tunkuluchú. Sin pensarlo mucho, corrió tras él para jalar sus plumas, mientras el mareado pájaro corría y se resbalaba a cada momento. Después, el hombre arrancó una espina de una rama y buscó al tunkuluchú; cuando lo encontró, le picó las patas. Aunque el pájaro las levantaba una y otra vez, lo único que logró fue que las aves creyeran que le había dado por bailar y se rieran de él a más no poder.
 
Fue hasta que el maya se durmió por la borrachera que dejó de molestarlo. La fiesta había terminado y las aves regresaron a sus nidos todavía mareadas; algunas se carcajeaban al recordar el tremendo ridículo que hizo el tunkuluchú. El pobre pájaro sentía coraje y vergüenza al mismo tiempo, pues ya nadie lo respetaría luego de ese día.
 
Entonces, decidió vengarse de la crueldad del maya. Estuvo días enteros en la búsqueda del peor castigo; era tanto su rencor, que pensó que todos los hombres debían pagar por la ofensa que él había sufrido. Así, buscó en sí mismo alguna cualidad que le permitiera desquitarse y optó por usar su olfato. Luego, fue todas las noches al cementerio, hasta que aprendió a reconocer el olor de la muerte; eso era lo que necesitaba para su venganza.

Desde ese momento, el tunkuluchú se propuso anunciarle al maya cuando se acerca su hora final. Así, se para cerca de los lugares donde huele que pronto morirá alguien y canta muchas veces. Por eso dicen que cuando el tunkuluchú canta, el hombre muere. Y no pudo escoger mejor desquite, pues su canto hace temblar de miedo a quien lo escucha.
 
Por eso la frase, cuanto el tecolote canta… el indio muere




El Nahual
 


México es conocido, entre otras cosas, por sus chamanes, hechiceros y curanderos (médicos de la tribu), a veces llamados Nahuales o Naguales. Todos los pueblos y ciudades en México tienen al menos un Nahual.
 
La palabra azteca para Nahual es Nahualli , que significa "lo que es mi vestidura o piel", y se refiere a la habilidad del Nahual de transformarse en una criatura mitad hombre, mitad animal (lobo, jaguar, lince, toro, águila, coyote...).
 
Ese vocablo también se refiere a la nigromancia, ocultismo y malicia.
 
Para los pueblos prehispánicos, el nahualli era uno de los hechiceros llamados tlatlacatecolo, literalmente "hombres búhos", lo cual indica que sólo aparecía de noche.
 
Antes del apogeo de las grandes civilizaciones prehispánicas como la Azteca o la Maya, los indígenas Yakis, Tarahumaras y Seris que vivían al norte de México y el sur de los Estados Unidos (cerca del 900 d.C.) tenían nahuales.
 
Estas civilizaciones se hallaban asentadas en parte de lo que hoy son los estados americanos de California, Nuevo México y Texas, y los estados mexicanos de Chihuahua, Baja California, Sonora y Sinaloa. Ellos creían que si un hombre puede llegar a conocer su espíritu primitivo o nahual, entonces lo podía usar para curar a la gente y practicar la magia. Muchos dibujos primitivos en viejas cuevas muestran a personas como hombres-lobo.
 
En el Imperio Azteca los nahuales eran protegidos por Tezcatlipoca, el dios azteca de la guerra y el sacrificio. La leyenda contaba que un nahual podía desprenderse de su piel y transformarse en una de estas criaturas. Muchos cazadores aztecas y colonizadores decían que durante la noche habían matado a un animal y al amanecer el cadáver se había transformado en el de un hombre.
 
El nahual deja su forma humana por un tiempo determinado, para adquirir la de un animal elegido.
 
Existen varias versiones de cómo se logra esta metamorfosis:
 
- Una asegura que el brujo simplemente desaparece y se encarna en el animal, a voluntad. El chamán afirma ser capaz de incorporar su conciencia al cuerpo de un animal ya existente. Sea de una forma u otra, hay una afinidad psíquica, una especie de parentela del alma entre el chamán y el animal en el que se transforma.
 
- Otra dice que se "fragmenta", para lo cual se desprende, de modo deliberado, de parte de su cuerpo (los ojos, las piernas, un brazo o, incluso, los intestinos), de este modo si se quiere acabar con un Nahual el mejor método es seguirle y observar donde realiza su transformación, robarle la parte del cuerpo de la que se desprendió ya que de este modo le será imposible volver a su forma original y al amanecer morirá.
 
- Otra más afirma que el cuerpo dormido del brujo permanece en su casa, mientras su espíritu vaga en la figura de animal. En este caso, para evitar que alguien toque su cuerpo dormido, el nagual debe dar siete volteretas.
 
Relato:
 
EL NAHUAL
 
En el año de 1896. el pueblo de Zacatlán se conmocionó por una noticia poco creíble, pero que abrigó el temor y la superstición en los semblantes de todos aquellos que escucharon o vieron la aparición de una ave de fabulosas dimensiones.
 
La noticia corrió como reguero de pólvora y "El Eco de Zacatlán" y el "Hijo del Ahuizote", periódicos de la época., transcribieron los hechos. Y cabe destacar que las personas desde antes del atardecer se iban a sus casas a encerrarse a piedra y lodo.
 
Y no era para menos esta aparición, según se cuenta, tenía ya por costumbre abalanzarse sobre los niños principalmente. Aquella fantástica ave que asoló a la región durante algún tiempo decían que era un nahuál o algún brujo que vivía más abajo de la barranca. Todo se podía contar. Lo que sucedía realmente es que no sabían de donde procedía aquellos, cuando todos estaban en sus casas y en la quietud de la noche, sólo se escuchaba un batir de alas estruendosas y el ulular del viento al pasar entre el ramaje de los árboles.
 
No faltó un desprevenido que no creía en cuentos de gente desocupada y andaba por la calle como si tal cosa, y que fuera entonces atacado por aquella cosa voladora. Hubo, cuentan los chismes, muchas víctimas `por más de dos meses mantuvo aterrorizados a los pobladores de las inmediaciones de la barranca. Algunos persistían en la idea de que era un nahuál, el decir, el famoso brujo que vivía en alguna parte de la barranca. Por lo que se formó un grupo de los más decididos para ir a acabar con aquel singular personaje que supuestamente era el nahual transformado en ave gigantesca.
 
Entonces una mañana aquel puñado de osados hombres armados hasta los dientes bajaron hasta la barranca a buscar la casa donde vivía el susodicho brujo. Durante toda la mañana y tarde buscaron infructuosamente; la noche les caía encima, pronto vieron una luz que brillaba entre los árboles, se acercaron cautelosamente a una cabaña que estaba en un recodo y animados por la idea que los había llevado hasta ahí. Obraron resueltamente, penetraron al interior de la humilde choza, encontraron al brujo postrado entregado a una extraña ceremonia, este, al verse descubierto, silbó una melodía de raras modulaciones y al momento se escuchó un graznido aterrador que heló la sangre de aquellos hombres decididos, pero estos, pasados el momento de desconcierto, sacaron sus machetes y salieron a enfrentarse al ave gigantesca resueltamente y no sin un poco de miedo reflejado en sus rostros y miembros. Al poco tiempo habían acabado para siempre con la amenaza aquella. Al volver nuevamente a la cabaña para ajustar cuentas con el brujo, éste había desaparecido. Lo buscaron, pero todo intento fue inútil, no lo hallaron por ninguna parte.
 
Regresaron a sus hogares, contándose después a todos aquellos que los escucharon, su fabulosa e increíble aventura. Se formó al correr de los años la leyenda del ave fantástica de la barranca. pero cierto o no, los hechos quedaron registrados en las mentes de aquellos hombres sencillos de campo que fueron nuestros antepasados.
 


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